martes, 19 de febrero de 2013

RED SOCIAL





Podría escribirte de la vida, sobre el desengaño, la esperanza, los sueños, el amor.
Podría escribirte un cuento, una hazaña, un poema, una canción.
Podría ir más allá y citar versículos de Dios —dice mi madre que revelan
su presencia en el hogar, el trabajo y resuelve los problemas de verdad—.
Podría escribirte tantas cosas, como peces hay en el mar.

¿Lo haría? sí. Sin embargo esta vez no. Y no porque no pueda, más bien 
porque no pienso desperdiciar un minuto más sin demostrarte, lo importante que eres en mi vida, en mi familia y en nuestra sociedad.

Prefiero abrazarte y brindar contigo cara a cara y sonreír, que
que dedicarte frases lapidarias en aquellos muros, de moda, hoy, para escribir. Pronto brindaremos.

 Mientras, te invito a percibir —juntos— el aroma de un café; la brisa sobre el mar; bailar una canción y escuchar al ruiseñor. Espero que podamos degustar un vino tinto, una cerveza, y por qué no, regalarnos una flor. Ya lo dijo el poeta: —«Si no seguimos el rumbo de nuestros sentidos correremos el riesgo de naufragar sin ellos.»—.

¿Navegar? Claro que sí con ‘buen viento y buena mar’ y sobre un barquito…

…mejor que con el Facebook, Twitter, Whatsaap y tanta Red social.


Baker life
Panaderodelavida.blogspot.com

sábado, 16 de febrero de 2013

LUNA LLENA


Cuando desperté, la primera vez, me sorprendí: estaba en tierra firme. Y ella, limpiaba mis heridas con su larga cabellera mientras ronroneaba una dulce melodía, con tal suavidad que, extasiado e inmóvil, contemplaba en su rostro exótico una mirada penetrante capaz de atravesar a la espesa bruma que nos cubría —«¿Sería la misma noche de luna llena?»—. Era lo único que recordaba después de haber zarpado con mis dos mejores amigos a pescar en alta mar. «¿Dónde estaré? ¿Dónde estará el capitán? ¿Qué nos habrá pasado? ¡Virgen del Carmen!, ¿…y, mis colegas?»—me preguntaba.
Hipnotizada con tanta belleza, mi lengua, se enmudecía. Pero, aun así, contemplaba  descifrar en mi memoria cómo había llegado hasta aquella isla misteriosa junto a esa mujer desconocida. «Tal vez — me decía—. Fuera la moza del capitán que ya estuviera en su camarote, antes de contratar sus servicios de experto  atunero». La verdad me importaba poco, necesitaba pararme y buscar auxilio; estaba claro: habíamos naufragado y la corriente nos había arrastrado hasta la orilla. Sin embargo, no sería hasta rayar el alba, sobre la arena, cuando todas mis dudas se despejaran… Divisé a mis dos colegas cómo luchaban contra una jauría de monstruosas mujeres. Los sujetaban por los tobillos, entre gritos y alaridos, como fieras hambrientas, enseñándoles una horrible dentadura mientras los arrastraban hacia el mar— sólo sabe Poseidón para qué—,  intentando ahogarles.
Mi cuerpo comenzó a temblar ante semejante visión de horror y aunque procuré levantarme en su ayuda, forcejee sin conseguirlo porque mis fuerzas volvieron a flaquear. Busqué la ayuda en mi cuidadora, empero me di cuenta que sus carnosos labios también escondían la misma dentadura, aserrada, que la desfiguraba, el rostro, como al de aquellas criaturas extrañas. Mi corazón palpitaba tan acelerado que, al ver tal monstruosidad, llegando a sentir mis propios latidos como el tic tac de un reloj de pared, los peores presagios regresaron a mi mente. «El tiempo se acaba:¡llegó mi hora!»— pensé. Los gritos y alaridos y aquella mirada profunda petrificaron mi alma y volví a desfallecer. Fue entonces cuando desperté, de nuevo, con aquel ronroneo capaz de apaciguar mis peores pesadillas; solo que ahora sí podía entender con claridad: ‘…luna llena, luna llena, cantan miles se sirenas…’

 Mi último recuerdo pasó en un santiamén, después de que un arpón atunero —a manos de nuestro capitán— atravesara la garganta de aquella horrible mujer. Y, sacudiendo mi cuerpo sobre ésta balsa, me hiciera despertar, por última vez, buscando a estribor y a babor, el capitán y  mis amigos, con la luna llena reflejada sobre el mar, al frente mío. Hasta que apareció usted, señor guardacostas.
MANCHO
Panaderodelavida.blogspot.com





jueves, 14 de febrero de 2013

HISTORIA DE UN AMOR


Algunos celebran San Valentín, otros, el día del amor y la amistad, pero y nosotros ¿qué celebramos?

Había una vez en una isla tropical sobre una peña desarbolada, una pareja enamorada que sellaba su flechazo como insignia de aquel viejo pacto, hasta la eternidad.  «¡Grabado está!», profirió el joven muchacho a la vez que empuñaba ensangrentado, su cuchillo de coral. 
El dibujo —tatuado— chorreaba de sus brazos la tinta para pintar el corazón inscrito en la escarpada roca.  
Juro por el Dios que nos da la vida que te amaré todos los días, como alumbra el sol, esta bella isla ¿Y tú, lo juras?— preguntó la joven dama. 
 Te amaré, como ama el viento a la cálida arena, como el mar que busca acariciar la orilla, y como el pez que atrapainocenteel brillante anzuelo.
—Pues, que así sea. 
Se fundieron en un amor desenfrenado y saltaron—juntos—, desde lo alto de la virgen peña.



¡Feliz día de San Valentín, mi negra hermosa!



MANCHO
Panadero de la vida