sábado, 24 de noviembre de 2012

TESTIGO INFIEL


“¡Mataron  al negro Barkley!” “¡Mataron al negro Barkley!”, gritaba una muchedumbre agazapada al cuerpo que yacía en la esquina de nuestro barrio. Asustados, tras escuchar los seis disparos desde el otro lado en el parque—, acudimos a ver qué había sucedido. “¿Por qué?, ¿por qué?... ¿Por qué mataron a mi hijo?”, se preguntaba entre alaridos y abalanzándose a mis brazos, doña Tomasa. Recordé entonces esa misma mañana —tras pagar la fianza— en las puertas de la penitenciaría, la carita del negro Barkley esperándonos muerto del frío, pero feliz como cada ocasión que lo visitábamos, aunque ésta vez, sus lágrimas eran de alegría y brotaban tan intensas como la lluvia que caía. Nuestro amigo obtenía su libertad condicional después de dos años en prisión preventiva ¡tocaba celebrar!, por tanto, además del tabaco, el ron y la chica, le compramos entre todos un regalito para el frío: la cazadora marrón que, ahora mismo, llevaba puesta aquel cadáver. No cabía duda ¡era el negro Barkley!


Aquella noche, el cabrón del fiscal se quedaba sin su único testigo, los vecinos respiraban más seguros, y  doña Tomasa —llorando al negro Barkley—, se enteraría días más tarde que nuestro caso era sobreseído.


MANCHO
Panadero de la vida
                                                                                                                                                              


sábado, 17 de noviembre de 2012

UN CEREBRO DE MUERTE


           
  Agonizo… después de tres semanas en este pozo, mi cerebro  se ha ralentizado, ya no razono. Veo cosas que se mueven , no puedo seguirlas. Me siento débil, si acaso consigo respirar. Pareciera como si se asará mi carne por dentro, estoy ardiendo, pero tengo frío. Me duelen los riñoes, algo se los está comiendo, creo que ha empezado por ahí. Qué vendrá después, ¿mi hígado?,  ¿mis pulmones?, ¿mi corazón? Tengo todo entumecido. Creo que mi cerebro está comiéndose mi cuerpo y no lo puedo controlar.

Alguien dice algo, no sé quién es, parece una voz amiga «¿Eres tú, John?», pregunto sin fuerzas. «Seas quien seas, por favor… ¡Ayúdame!»

—No te apures— me contesta una voz agradable—. Tu amigo John, no está aquí. He venido a llevarte, pero aún falta un poco más. Debes relajarte, con  paciencia, estas cosas llevan su tiempo.

¿Tiempo?, tiempo es lo que yo llevo aquí ¡hombre! No necesito más tiempo, necesito…

—¡Calla! No despilfarres más energías — me interrumpe con autoridad—. Las necesitarás para recordar a tus hijos, a  tu esposa, a tu familia… o a  tu amigo John, ¡eso será mejor!

-No, no puedo, no puedo recordar… estoy en blanco. Ya no recuerdo más nada, todo lo he recordado ya, en este lugar, ahora no recuerdo nada. Creo que mi memoria también ha sido devorada por el bicho de mi cerebro.

—Entonces llegó la hora. ¡Vamos, levanta! — me arenga.

—Espera, espera… ¿A dónde vamos sin mi cuerpo?

—No te preocupes

—¿Y mi cerebro?

— A donde vamos ¡no te hará falta! —me susurra, haciéndome levitar.


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martes, 13 de noviembre de 2012

DESEOS DE UN DÍA CUALQUIERA


Ella bailaba entre sus piernas bajo el agua, se abrazaba a él —un fuerte moreno—, como hembra en celo a su brioso macho. El sol aceleraba el paso dejándolos bajo la luna con el canto de la mar —cada noche las ballenas componían melodías como serenatas para el compás de su danza. Vibraba en sus oídos, los ecos de las campanillas del amor, pero cada vez que lo intentaba, su voz no podía cantar. Enmudecida sólo escuchaba aquel susurro de su corazón «Ama, ama sin pausas; bebe, bebe sin saciarte del suspiro de su aliento; goza, goza de los temblores de tu cuerpo junto a él, y vive». Sin poder contenerse más se dejaba extasiar de toda la energía contenida en sus adentros.

—¿Por qué lloras?—preguntaba siempre aquél moreno, apretando sus caderas.

Lloro porque ¡no te amo! –contestaba ella. 

El teléfono volvía a sonar en su habitación, la despertaba. Eran las seis de la mañana. Sus sábanas mojadas, la almohada entre sus piernas y el recuerdo vivo de la exaltación, hacían las delicias de cada amanecer. Bajo el sollozo ruido del despertador, mil noches como esta deseaba a diario; mil serenatas juntos sobre la arena, cantaba; mil besos para el resto de sus días.

Casi llovía aquella mañana, pero al tomar el paraguas detrás de la puerta se dio cuenta que era domingo.





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domingo, 11 de noviembre de 2012

Obsesión de amor



Me subí de nuevo al tren, no me lo podía creer: allí estaba yo, plantado otra vez en el andén. Qué podía hacer, ¿suplicarle más? No, ya lo había hecho hasta la saciedad «¿Para qué insistir más, si ella estaba harta de mis hazañas, o no? Mmmm... ¡Tal vez! ¡Quién sabe! ¡A lo mejor!» –me arengué «Necesitaré una pluma, una rosa y un papel.»  
Apresurado busqué una tienda, conseguí la pluma y escribí: 'Cuando se ama de verdad no se pide perdón, se ama; y si se ama, no se lástima. Sin embargo, te pido una última oportunidad para amarte. Recibe esta rosa como símbolo de fidelidad a nuestro juramento de amor, déjame velar por ti, cada día, cuando te regale una nueva flor.' 
Con los ojos encharcados busqué a la vendedora de rosas, pero no le quedaban más. Corrí por las otras tiendas buscando aquella rosa que no puede encontrar, hasta que sonó el claxon del tren, fue entonces cuando decidí hacerle una de papel. 
«Sí se la daré ¡Me perdonará! » –pensé. Llegué hasta la fila del asiento, la miré y le entregué la flor. 
¿Quién es ese? –preguntó su acompañante. 
Mi ex-novio de la infancia –contestó ella, sin abrir la flor, ni la nota que llevaba dentro.

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German Darío Ricaurte García
-panadero de la vida-

sábado, 10 de noviembre de 2012

HORA ETERNA



A las 9 y 19 horas, el reloj del ‘Café Manhattan’ de la avenida Fernando el Católico, quedaba estático.  Sin poder marcar más horas, el último balazo de  “care palo”, le convertía en el testigo eterno del asesinato de Rodríguez, el capo de uno de  los cárteles colombianos, radicados en la ciudad de Valencia.
Aquella noche la familia Rodríguez que cenaba al completo, reconoció a un grupo de seis sicarios que desenfundaban sus automáticas ‘AR-15’. Petrificados, los familiares se tiraron al suelo bajo las mesas del famoso restaurante.  El mejor hombre de Rodríguez “care palo”—, repelía el ataque con su ‘9 mm Smith & Wesson’ matando a uno de ellos, pero no era suficiente. El ritmo del "tacatá", de tan poderosas armas, lo hacían bailar tiroteado disparando su pistola por todas partes. El tiempo se detenía en aquel local colombiano. Tan sólo el ímpetu del forajido, le alcanzaría para matar a dos sicarios más, antes que la última bala de su pistola diera en el centro del reloj.

Bien era sabido entre los colombianos—, la obsesión de Rodríguez por proteger a su familia, en especial a sus dos hijos: mantenerlos siempre alejados de cualquier atisbo de peligro era su debilidad.  «Jamás permitiré que les pase nada y mucho menos que atenten contra mí, en sus narices» —solía jactarse cada vez que recordaba a su más acérrimo enemigo; el que juro  matarle hace 20 años, después que  ordenara la masacre de su esposa y sus hijos. Aquel hombre había jurado venganza.

Después de cambiar el proveedor, Rodríguez seguía dando guerra protegiendo a su familia con su ‘Pietro Beretta’. Descargando una ráfaga, de nuevo contaba las bajas de dos sicarios más, pero el destino estaba escrito en la mente del asesino: «morirá como más se lo ha temido». Ajusticiado por la espalda dijo sus últimas palabras al verse moribundo: «mis niños…¡hijueputa!». Así lo afirmaría el testigo real de los hechos a la policía—. Los ojitos de aquellos niños se apagaron por culpa de tanta bala perdida, señor agente. Qué pena tener que acompañar a su padre... hasta el infierno. Ojalá, y sólo gracias a la inocencia de aquellos angelitos, Dios los desvíe hasta el cielo, junto a los míos; donde observarán la hora exacta de su muerte: las 9:19 horas —proseguía declarando el camarero.


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